Hablar sentado en la mesa.

. miércoles, 27 de agosto de 2008
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La mesa redonda, asientos de la misma altura, refuerza el sentido de igualdad. La falta de estrados en la sala de conferencias o el aula imprime un aire democrático y participativo. Cuando hablamos en una reunión de trabajo de pocos asistentes parece obligado sentarse con ellos en un mismo plano. Hay que justificar el estar de pie por escribir en la pizarra o algo parecido.

Las mesas representan un obstáculo para la comunicación en cuanto son barrera y defensa para todos. Estar sentados en corro, sin mesas, produce un grato ambiente de amistad. Sin embargo, se hacen muchas veces necesarias para examinar papeles y tomar notas. La mesa de una reunión de trabajo y la mesa del presentador beberán ser más bajas que las de despacho (o las sillas más altas). De esta manera dejan ver algo más que bustos parlantes. Los hombros y brazos pueden bajar, relajarse, sin que las manos desaparezcan bajo la mesa.

El presentador, cuando pone y señala transparencia en el retro proyector, se le recomienda que este sentado. De cara al grupo. Necesitara una mesa baja.

Cuando nos sentamos sobre la columna seguimos verticales, humanos y seguros. Damos la impresión de estar vivos, descansados, lucidos, dispuestos a atender y trabajar. Recomendamos comenzar en posición cómoda (llenar el asiento) pero no echados sobre la mesa ni sobre el respaldo: bien sentados en el asiento.

El interés por lo que dice o le dicen le llevara en los momentos mas cálidos a inclinarse hacia delante, apoyado en el filo de la silla. Los sillines de los cantantes, el taburete alto de un bar, nos mantienen sentados sobre un solo punto, que es no perder la verticalidad de hombros despiertos.

No conviene, cuando tomamos la palabra, cruzar las piernas ni los pies, señal de tensión (no de trabajo) o de aislamiento relajado. Los pies recogidos bajo el asiento, sobre las puntas o cruzados, denotan y mantienen un nerviosismo reprimido. Si estamos bien sentados, ni las piernas ni los brazos estarán tensos.

Los gestos de descarga

Los animales, el hombre incluido, realizan unas cortas acciones, tic o gestos consabidos, que les sirven de válvula de escape o descanso a las tensiones comunicativas interrumpe la actividad principal para introducir actos estereotipados, bien conocidos, de aseo, arreglo personal, ingestión de alimentos y otras habilidades motoricas.

Nos arreglamos el pañuelo o corbata, los puños de la camisa, etc. Nos restregamos y limpiamos los ojos, las gafas; llevamos las manos a la nariz y los oídos; satisfacemos ciertos picores; enjuagamos el sudor, repasamos el aseo de nuestras unas. Acudimos una y otra vez al vaso de agua, al rito de encender y chupar un cigarrillo, a limarle concienzudamente las cenizas. Arreglamos por centésima vez unos papeles, Limpiamos Una nota de polvo, abrimos y cerramos un cajón, nos enfrascamos en un dibujo, trazamos flechas, etc.


Deben censurase y omitirse aquellas que puedan molestar a los presentes, por repetidas o de mal gusto. Pero no debe suprimirse toda demostración de duda o debilidad. Una actitud excesivamente atildada nos restaría humanidad.

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